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¿Quien era Abuelo Aitalas?

by in Nutrición, Quesos 10/11/2019

La verdadera historia de Aitalas Apeles Apipodio

Aitalas Apeles Apipodio Diez Andrés, ese era su nombre completo con sus dos apellidos, nada menos que tres nombres. Y lejos de pertenecer a una familia de duques o reyes era hijo de agricultores de la ribera del Esla.

Hoy nos gustaría desvelaros el misterio que hay detrás de nuestro nombre de empresa y contaros quién era el “Abuelo Aitalas”, el porqué de su nombre tan característico y algunas anécdotas curiosas sobre él.

Aitalas nació en el pueblo de Cubillas de Rueda, sus padres descendían ambos de Cubillas y eran unas personas humildes que se dedicaban a la labranza del campo y la ganadería. 

Aitalas y Corosa con sus hijos e hijas.

¿Cuál es el origen de su nombre?

Por aquellos tiempos en los que Aitalas nació, el párroco de Cubillas de Rueda era Don Gregorio, un hombre que a cambio de realizar los bautismos gratuitamente sólo pedía elegir él los nombres de los recién nacidos. No preguntaba ni siquiera a los padres y escogía verdaderos trabalenguas de nombres. Así por gracia y parecer de éste original párroco Aitalas fue bautizado con tan llamativo nombre.

En su juventud se enamoró de Corosa, la que sería su mujer y con la que tendrían 7 hijos, entre ellos Clarisa, mi abuela y la madre de mi Padre Toño (fundador de Quesería Abuelo Aitalas).

De Aitalas se decían muchas cosas, entre ellas que era un hombre apuesto y muy alto para sus tiempos, tanto que impresionaba su estatura allá donde fuera. También que su sonrisa le delataba, una sonrisa amplia y sincera, que dejaba ver lo feliz que era en su pueblo, con su familia y sus seres queridos. Pues para él era todo lo importante en la vida, no necesitaba más, era todo cuanto le llenaba.

– Su receta para la felicidad podía definirse con un hogar en el que estuvieran su mujer, hijos y nietos, así como una buena cena para compartir entre todos –

Aitalas celebrando unas navidades rodeado de toda su familia

 

Sus nietos hablan de él como un abuelo paciente, tranquilo y con mucha serenidad, nunca le vieron enfadado y nunca les levantó la voz o les castigó, pues siempre tenía palabras sabias con las que educar a los jovenzuelos.

Muchos de nosotros no pudimos conocerlo y estoy segura de que nos hemos perdido una gran persona y unos sabios consejos. Pero esa filosofía y forma de vida ha dejado poso en todos y todas las que lo conocieron. Porque yo puedo decir con gran orgullo que mi abuela Clarisa, mi padre y mi tía Ana así me lo han hecho sentir desde siempre.

Con Cariño, Paula Fernández (biznieta)
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